Capítulo 2

Se levantó de la cama nada más terminar su helado y bajó hasta el garaje a por su moto. La tomo y salió con ella hasta el cementerio de Menhide donde la esperaba la tumba de Alison. Se poso sobre ella y comenzó a llorar. La tumba de Alison estaba al lado de la tumba de la madre de Hayley, y esta, se encontraba entre las dos tumbas. Desde la muerte de su madre, Hayley ya no tenía miedo a llorar, lloraba más continuamente y no la importaba que la viesen. Lo tenía superado.
* * * * *
Desde algún punto del cementerio, Andrew observaba detenidamente a Hayley; su olor, su color de cabello, sus ropas, su expresión, su tono de voz, sus actos, todo. Andrew era posesivo con Hayley. Él la quería para él sola. Pero ella ya estaba usada.

Lentamente se le iban acercando unas sombras por la espalda. Una joven pálida y con el pelo oscuro posaba su mano sobre el hombro de Andrew.

-Veo que ya estas aquí, Charlotte.
-Como siempre, llegas antes de la hora acordada. Ahora quiero saber, ¿qué te llama tanto al atención de esa humana?-era una voz angelical y muy tersa. Era como una voz entre un millón. Capaz de hipnotizar a cualquiera.
-Ella es diferente a las demás. No piensa en moda ni en cosas superficiales. Además, se me resiste y tú ya sabes lo que me gustan a mi los retos.
-Algo he oído hablar.-dijo sarcásticamente Charlotte.

Charlotte vestía con un vestido de encaje negro y unos tacones que hacían ver que era adinerada y elegante. Su cabello negro ondulado caía suavemente por sus hombros semejando a unas cascadas. Su maquillaje era completamente sobrio. Una sombra negra bien definida resaltaba sus almendrados ojos color rojo amarronado. Sus labios eran carnoso e iluminados por un gloss muy suave. Cuando sonreía dejaba entre ver unos preciosos dientes blancos y unos caninos bien afilados.

Andrew soltó una risa muy silenciosa. Andrew no era persona de reírse. Adoptaba el rol de un adolescente marginado y super inteligente del que muy pocos tienen conocimiento. Envuelto tras un halo de misterio y marginación, era así como era conocido Andrew en Menhide High, al menos para los alumnos. Para los profesores, Andrew es un vampiro solitario al que dan cobijo y dejan que disminuya el número de alumnos problemáticos matriculados en el centro. Era la forma más inmediata de matar dos pájaros de un tiro.

En efecto, Andrew era un vampiro. Un vampiro solitario y desolado con la única compañía de la soledad y de vez en cuando de su hermana, Charlotte. Charlotte le visitaba en muy pocas ocasiones, y siempre que lo hacía eran visitas de algunas horas.

-Y bueno...¿hasta que hora te quedas?
-Andrew, si no me he ido ya por algo será.
-¿Te quedas unos días?
-No Andrew, me quedo para siempre.

* * * * *
Lucas arrancó el coche y salió pitando a Smashville, la ciudad de las compras. Smashville era todo tiendas y más tiendas. Las avenidas se aglomeraban de gente abarrotada de bolsas de marcas como Zara, Stradivarius, Bershka, etc.

Hayley no acostumbraba a vestir esas marcas. A ella la sacabas del mercadillo y se perdía. A pesar de tener todo el dinero que quisiera y más, vestía de mercadillo. Pero no por ser más barato o por orgullo. Ella vestía de mercadillo porque la gustaba la ropa de mercadillo.

Lucas aparcó el coche en el último sitio que quedaba libre en toda la avenida Penniwell. Agarró a Hayley por el brazo y la obligó a entrar en Zombieland, lugar al que Hayley no rechazaría. Zombieland era el lugar donde Hayeley había deseado vivir. Estaba decorado muy macabramente, pero de una forma que resultaba adorable. Muñecas enormes de Barbie con la cabeza cortada, las paredes decoradas como si gotease sangre y te podías topar con algún zombie por los pasillos. Por supuesto, la sangre era falsa, los zombies eran dependientes disfrazados, y que decir de las barbies, por si solas ya eran muñecas.

Hayley se acercó al pasillo de camisetas con la boca abierta, fascinada por la cantidad de camisetas que ella denominaba “chulas” y que el resto de la población de Menhide denominada “horrorosas”. Pero sencillamente a Hayley no le importaba. Ella vivía en su mundo mágico donde solo existían ella, Lucas, Alice y sus pensamientos. Le daba igual lo que dijesen Gabriella y su panda de snobs.

Se acercó, con la expresión de fascinación, a las estanterias que se encontraban a su altura y comenzó a deshacer las camisetas dobladas que atraían su atención. Encontró una negra con el boceto de un conejo en color gris pintarrajeado por encima con morado y rosa y algo de purpurina plateada. Encima del conejo podía leer BAD Rabbit y debajo BEAUTIFUL, en letras rosas y moradas. Miró la talla y sin pensarselo dos veces lo acomodó en su brazo y siguió mirando. Cinco minutos después, ya tenía en su brazo 3 camisetas, 2 pantalones y una chaqueta. Cuando estaba dispuesta a pagar en la caja, Lucas se la adelantó y pagó el importe de todas aquellas prendas.

-Lucas, ¿qué coño has hecho?-chilló en bajo a la salida de la tienda.
-Comprar tu felicidad.
-¿Y Alice qué? ¿Como piensas comprar los libros de este curso?
-Paga extra.
-¿Qué? Lucas, ¿de que coño me estas hablando? ¡Si tú no trabajas!
-Eso es lo que te piensas tú. Cada noche, cuando te duermes salgo a trabajar al taller mecánico de la esquina.
-¿Qué? ¿El ilegal?
-Será ilegal pero con eso pago muchas cosas.
-Lucas por favor, no hagas el imbécil. Deja ese trabajo. No me cuesta nada manteneros a ti y a Alice y si quieres un trabajo, búscate uno decente. O si es solo por un hobby, haz calceta.
-Me parto y me mondo. No necesito ni que me mantengas ni a mi ni a Alice. Puedo mantenerla yo sólito. Y este trabajo es tan decente como el tuyo. Cajera de supermercado.
-Lucas, enserio. No cometas el error de que os pillen y acabes en la cárcel.
-Como si a ti te importara mucho.
-Me importas. Y más de lo que piensas. En todos los momentos he velado para que no te pasase nada. Para que tuvieses de todo. Accedí a esta estúpida apuesta, no para ver si tenía la oportunidad de librarme de ti, era para ver cuanto te importaba yo a ti. Pasase lo que pasase no me iba a divorcia pero llegados a este punto, será mejor que lo hagamos.
-No puedes. Soy tu tutor legal.
-Ya no. Mañana cumplo 18. Así que mañana quiero que hagas tus maletas y te vayas de mi casa. Alice se puede quedar. Tú no.
-No te preocupes, que Alice no se quedara contigo ni loca.

Hayley salió disparada en busca de un taxi.

-¿Qué haces? ¿Querrás que te lleve a casa, no?-gritó Lucas a modo de ser caballeroso.
-Ya me busco un taxi yo solita.

Lucas se fue confundido al coche y siguió de cerca a Hayley. Lentamente procuró que no le viese. Las aglomeraciones por las calles y los atascos hacían aún más difícil seguir la pista a Hayley. De repente, casi en menos de un segundo, una sombra resurgió entre la gente formando una figura que poco a poco se transformó en una persona.

* * * * *
Una figura apareció delante de Hayley. Una sonrisa malévola se dibujo tras el rostro que escondía la figura. Esa sonrisa se iba disfrazando rápidamente en una sonrisa amigable y feliz ocultando lo macabra que era. Charlotte.

Sus tacones eran el comienzo de unas largas piernas hasta su pantaloncitos cortos, extremadamente cortos, combinados con un top color gris oscuro. Se fijo descaradamente en la ropa que llevaba Hayley y disimuló su cara de asco y sonrió abiertamente a Hayley mientras la daba la mano.

-Charlotte, encantada.
-¿Hayley?-respondió Hayley sin saber muy bien que decir, como dudando.-¿Te conozco de algo?-continuó como si tratase de llegar a alguna conclusión poco definida.
-No, pero de eso se trata, de que me conozcas. Soy nueva en Menhide y me gustaría que me enseñases el pueblo.
-Vale encanta de... ¡espera!-dijo dando un salto en sus palabras.-¿como sabes que soy de Menhide?
-Es evidente, te he visto allí más de una vez. Esos andares no son de una ciudad y es obvio que tienes rasgos de pueblo.-contestó Charlotte inventándose cosas con tal de tapar la verdadera razón, Andrew.
-¿Me estas diciendo que soy la típica paleta de pueblo?
-Bueno, a ver, típica típica no, pero lo parces.

Hayley trato de esquivar a Charlotte para evitar enfadarse, pero esta la agarró del brazo y la detuvo. Charlotte era muy juguetona y en estos momentos quería jugar. Antes de que Hayley se enfadase tanto como para soltar una bofetada a Charlotte, Lucas aparcó el coche (algo muy difícil en Smashville) y se bajó inmediatamente.

-¿Qué pasa aquí?-dijo preocupado.
-Nada, aquí, mi amiga Hayley y yo estamos conversando.-respondió Charlotte rápidamente para no levantar sospecha alguna en Lucas, pero estaba consiguiendo levantarlas de igual manera.

Hayley hizo un gesto como de alivio porque estaba Lucas y de desesperación por Charlotte.

-Hayley, deberiamos volver a Menhide, sube al coche-ordenó Lucas a Hayley que obedeció y se fue al coche seguida de Charlotte. Lucas la frenó.-¿A donde te crees que vas?
-Con vosotros, yo también tendré que volver a Menhide ¿no?
-Que yo sepa has sabido encontrar un medio para venir sola, entonces no eres tan tonta como para saber que medio utilizar.

Lucas dejó a Charlotte con la palabra en la boca, porque después de espetarle eso se subió al coche y aceleró lo máximo que le permitía el atasco. Miro de reojo a Hayley, no se atrevía a decir nada. Solo conducía por las estrechas calles de Smashville de camino a Menhide. El único lugar al que podía denominar hogar.

Menhide nunca se ha podido denominar hogar, para nadie. Era el peor pueblo que podrías encontrar. Los únicos bares que había eran los de carretera, solo había un supermercado que tenía muy poca variedad, las casas estaban medio abandonadas y no sería de extrañar encontrar alguna casa derribada por el temporal. Si había escuela era todo un milagro y lo mismo del instituto. Todo un milagro. Además la biblioteca de Menhide, era la biblioteca de Menhide High. Si, muy cutre a tener en cuenta que hay muy poca variedad de libros y la mayoría son del año catapun. Sin duda la mejor parte, la única que había, era la parte rica, a las afueras, pero muy a las afueras. Todo eran casas lujosas, era donde la mayoría de residentes vivía, incluyendo a Hayley.

-Gracias.-dijo Hayley tras un interminable tramo de silencio y posó su mano sobre la rodilla de Lucas.-y siento todo lo que te dije antes. Reconozco que me pasé. No hace falta que te vayas, pero deja ese trabajo por favor, si quieres sentirte autosuficiente, te puedo ayudar a buscar otro trabajo.
-Tienes razón, yo también me porté como un gilipollas pero estaba desesperado por conseguir un trabajo y evitarte más gastos.
-¿Qué gastos? No tengo ni hipoteca ni alquiler, solo pago luz y agua. Y la cantidad no es muy alta. Tengo descuento en el supermercado por trabajar alli, sé que no hay gran cosa pero algo es algo, y la ropa me da igual. Los libros es el único gasto caro que tengo. Y me da para pagarlo todo con mi sueldo de cajera.
-¡Oh, vaya! Yo no sabía todo eso. Pensé que todos los meses tenías que echar mano de la herencia. Pero de todos modos, un sueldo más en casa no viene mal.
-Vale, pero te cambias de trabajo.
-Esta bien.

Hayley se sintió bien con ella misma al ver que había echo entrar en razón a Lucas. Ella solo tenía ojitos para él, o al menos para preocuparse de él. El viaje se hizo más corto. Mucho más corto. Llegaron a casa más rápido de lo que pensaban. Subieron instintivamente a su cuarto y se tumbaron en la cama. Miraron hacía la lámpara de araña que reposaba sobre sus cabezas. Colgaba de un fino y resistente hilo de nilón. Hayley no puedo evitar comparar eso con la relación que mantenía con Lucas, colgada de un hilo. Un fino hilo que no era tan resistente como el que sostenía la lampara pero se iba reparando con cada acción buena, con cada detalle bonito y se iba rompiendo con cada pelea y cada error. Hayley posó su cabeza sobre el pecho de Lucas y este la beso en la cabeza, como hacía en los viejos tiempos.

-¿Y que vamos a hacer?-preguntó Lucas.
-¿Respecto a qué?
-La cena.
-Algo especial. Mañana es mi cumpleaños.
-Mañana, no hoy. Mañana tendrás tu cena especial, comida y todo lo que quieras. Que y sepa no naciste hoy.
-Pero nací mañana. Y quiero una cena especial.
-Está bien. No se como lo haces pero siempre me acabas convenciendo.

* * * * *
-El cebo ya está soltado. La presa aún no ha picado, peor lo hará.
-¡Charlotte! Habla de una puta vez como una puta persona decente y déjame de una puta vez en paz.-replicó Andrew.
-Alguien se ha levantado con el pie que no debía...-se burló Charlotte de su hermano mayor.
-Enserio, ¡déjame en paz!

Charlotte se fue con las manos en alto como diciendo “vale, vale. Ahí te dejo”. Andrew no era persona de mucha educación. Soltaba todas las palabrotas que podía y más. Era como una máquina de palabrotas andante.

Caminó lentamente detrás de Charlotte y la cogí como acunando a un bebe. En el fondo Charlotte era su bebé.

-No soy tu bebé.-replicó Charlotte leyendo los pensamientos de Andrew.

Andrew hizo una mueca de “vale, me ha pillado”. En el muy fondo de su corazón, si es que le quedaba, le gustaba discutir y picar a Charlotte. Pasaba mucho tiempo desde que no la veía y siempre tenían muchas cosas que cotarse y poco tiempo. Si, eran hermanos pero eran completamente diferentes. Andrew era sensato y severo y se pensaba las cosas más de dos veces. Charlotte era atrevida, lanzada y lo hacía todo sin pensar. Eran contrarios pero se querían con locura. Quién lo diría. Todo por una estúpida tontería.

15 de Mayo de 1884
Mamá había preparado tortitas aquella mañana. Era especial. Me levanté de la cama con el rico olor que desprendían y fui corriendo a despertar a Andrew. Le tambaleé una y otra vez, pero seguía dormido. Dormía como un tronco. Me acerqué sigilosamente por el pasillo hasta la cocina. ¡Ahí estaban! Estaba tan cerca de mi objetivo.
-Cuidado que queman.-me sorprendió mamá. Me había pillado. Me fui cabizbaja de nuevo a mi cuarto y esperé hasta la hora que Andrew se levantase. El siempre que se levantaba antes podía comer tortitas sin necesidad de ser la hora. ¡No es justo! Por fin Andrew se levantó, justo a tiempo para el desayuno. No sé como lo hacía

Aquella tarde, Andrew me llevó a dar un paseo. Las calles eran preciosas y muy limpias. Era domingo por la tarde y aún no habían ensuciado la calle, todo un milagro. Me fascinaba cada rincón de Nueva York. Vivíamos en un barrio modesto con alto indice de delincuencia y muertes, pero aún así, se veía precioso.

Entramos en un pequeño callejón. Era muy estrecho y estaba bastante sucio. Olía a podrido y se sentía asqueroso.

-¿Qué hacemos aquí?-pregunté inquieta agarrada de la mano de Andrew.
-Hace un par de días vi aquí a una preciosa gatita que dio a luz a unos hermosos y chiquitines gatitos. Son realmente hermosos y te he traído aquí para que los veas.

Andrew parecía consciente de lo que hacía. Yo sabía que estaría segura siempre y cuando permaneciese a su lado. Seguimos avanzando por el estrecho callejón y me condujo hasta la parte trasera de unos apestosos contenedores. De repente, una sombra apreció de entre las telarañas que adornaban la cutre esquina del callejón.

La extraña figura sonrió y dejo entrever sus afilados colmillos y sus ojos rojo sangre. Me asusté mucho pero contaba con la protección de Andrew. Él era mi gran protector. Mi ángel de la guardo, pero me temo que en aquella situación el no podía ayudarme.

Aquella extraña figura tomo forma y color hasta formarse en un hombre pálido y de una fuerte corpulencia. Este embistió a Andrew un limpio golpe que tiró a mi hermano al suelo, incapacitandole para defenderse.

El ser pálido sacó a relucir sus caninos y los clavó sobre el terso cuello de Andrew que gritó de dolor. Luego se centró en mi y vino sin apartar su vista de mis pupilas. Me quede paralizada y solo podía sentir mi grito ahogado y el dolor que me produjo su mordisco en mi cuello.

Después de un buen rato Andrew y yo nos despertamos y aquel extraño ser que nos hinco el diente había desaparecido. Yo me sentía con más fuerza, no se si Andrew también se sintió así pero pude apreciar en sus ojos que si. A partir de entonces fuimos cambiando y evolucionando. Ahora puedo decir con total orgullo que somos vampiros. Y que eso es lo mejor que nos ha ocurrido en la vida.

Charlotte cerró aquel desgastado cuaderno que era su diario. La última nota que escribió en aquel viejo cuaderno. Frotó su cara contra la almohada muy fuerte, como si quisiese eliminar aquel recuerdo de su memoria. Podía ver en sus ojos la misma escena. Sentir aquel olor a podrido. Notar el dolor en su cuello. No pudo evitar pasarse la mano por donde hace tiempo tenía la marca. Comenzó a llorar como una niña desconsolada. Luego se acercó al espejo que escondía su diminuto baño. Se paso las manos por sus rojizos ojos. Su maquillaje negro se había convertido en una cascada sucia y negra que arrastraba sombra de ojos, eyeliner y el rimel que con tanta paciencia se había aplicado esta mañana. Sus labios aún seguían con el rojo pasión que se había aplicado. Por primera vez desde su transformación a vampiro, Charlotte sentía nostalgia.

0 comentarios:

Publicar un comentario