Capítulo 2


Al día siguiente, Alison apareció con una falda a cuadros verde y negra, una camiseta roja con dos muñequitos emo y una mochila rosa con piruletas chiquitinas.
-¡Hola, Al!-gritó Hayley al reconocer a varios pasos de distancia a Alison.-Veo que vuelves con tu estilo.
-Si, bueno, tenía ganas de ser yo misma.-musitó con un tono afligido.
-¿Qué pasa? No te veo muy contenta.
Alison se alejó corriendo por el pasillo repleto de gente hacia el aula de música. Antes de que a Hayley le diese tiempo a reaccionar, nuevamente, la voz de Lucas le sorprendió.

-Pobre Alison.
-Ya, como si a ti te importase.
-Hayley, seamos sinceros, te caía bien esa chica.
-Lucas, seamos sinceros, eres un pesado.
-Será lo que me hace encantador.
-Y un egocéntrico.

Y como siempre, Hayley se fue sin despedirse detrás de Alison mientras intentaba quitarse las nauseas que le entraban de solo pensar en Lucas. La primera impresión que tuvo Hayley de él fue que era guapo con una bonita sonrisa y entendía de música pero a lo largo de la conversación comprendió que era un excéntrico, egocéntrico y creído. Pero debía reconocer que tenía su punto. Tenía más carácter que los chicos de Menhide. Aunque los chicos de Menhide no tenían ni carácter ni personalidad ni nada que se le acercase. Todos repulsivos.

A pesar de ser primera hora, todos los estudiantes ya andaban revoloteando por los pasillos como si fuese cuarta. Las chicas se amontonaban en un rincón cotilleando sobre maquillaje y chicos, muy típico de ellas. Cuando Hayley caminaba en dirección a clase, se hacía demasiado corto el camino pero ahora era interminable. El número de gente en la sala se hacía cada vez más grande y las posibilidades de encontrar a Alison descendían.

Los pasillos de color verde lima, que según el consejo estudiantil, animaban más a los alumnos y hacía un pasillo más bonito, mareaban a Hayley a cada paso que daba. Los fluorescentes se encendían y apagaban como en una película de terror pero saltaba a la legua que los estaban apagando los chicos.
Cuando llegó al final del pasillo no había ni rastro de Alison. Sólo le quedaban dos posibilidades, entrar en la biblioteca para buscarla, cosa que Hayley no había echo jamás, o esperarla hasta que empezase la clase. Armándose de valor, Hayley respiro hondo y se decidió a entrar.

Tampoco debía ser muy traumático. Un paso y se encontraría mirando fijamente las vetas de la puerta. Sólo le quedaría posar su porcelana mano en el picaporte y girar. Un leve chirrido silbó y la puerta se abrió. La biblioteca no era muy grande. Se podía ver entera desde la puerta. Hayley, asomando su cabeza lo suficiente, no encontró a Alison. Relamió otra vez el sabor de la decepción, tan agrio y áspero como siempre lo había sentido.

Dio un leve suspiró y salió a esperarla a que empezase la clase. Pero Alison no apareció. Hayley no le dio mucha importancia porque pensó que sería alguna rabieta suya y que llegaría con un retraso como máximo y fin de la historia.

El timbre de la clase sonó y para entonces, Alison, no había aparecido. Todos se preocuparon porque la vieron por la mañana y porque Alison nunca faltaba a clase. Pasase lo que pasase.

Los días en Menhide pasaban lentos. El tiempo empeoró y la nube que se posaba en Menhide se convirtió en un convoy de nubes que no dudaron en dispararlos con su incesante lluvia y su tormenta. Los parques se volvieron desiertos, ya no se veía gente en las mesas de los bares y lo más importante, Alison seguía sin aparecer.
Todo el mundo empezó a preocuparse por ella. Su foto apareció en las cajas de leche y por las calles. Sus padres no la habían visto desde hacía un par de semanas, igual que todos. En Menhide se empezó a temer lo peor. Podría estar muerta. Y todas las miradas apuntaban a Hayley. Ella fue la última que la vio y la última que la decepciono.

Los padres de Alison se acercaban por el porche de la casa de Hayley.

-¡Hola Deborah!-dijo la madre de Hayley cuando llamaron al timbre con un gran entusiasmo.- ¡Y Richard! ¿Qué os trae por aquí?
-Hola Rachel-espetó Deborah- Como sabrás, Alison ha desaparecido hace 3 semanas y bueno…
-Ya, ya me entere. Lo siento mucho.
-Bueno, ya. El caso es que veníamos a hablar con Hayley. Según tenemos entendido, Hayley fue la última en verla.
-Si, lo se, pero ella no ha hecho nada.
-¡No, no, no! No pienses que cavilamos que tu hija ha hecho algo. Sólo queremos saber que ocurrió la última vez que la vio.
-¡Hayley!-gritó Rachel intentando llamar la atención a su hija.
-¿Qué quieres mamá?
-Esta aquí la madre de Alison. Quiere hablar contigo.
-¡Ya voy!

Hayley bajo con su camiseta rojo sangre donde se podía leer “¿Me muerdes?” y unos vaqueros con unas converses negras. Cuando vio a Deborah se quedo estupefacta. Deborah nunca salía a la calle sin su maquillaje. Era como una chica de 17 en un cuerpo de 40 y estrías. Tenía ojeras y arrugas. Su pelo rubio se veía deteriorado, sin brillo. Las raíces castañas estropeaban aún más su cabellera. Y su mirada apagada no ayudaba mucho a embellecer su imagen.

-Hola Hayley.
-Hola.
-Veníamos ha hablar contigo sobre Alison-se interpuso Richard.
-Si, pasad y os cuento todo lo que ocurrió.

Todos entraron y pasaron al salón mientras que Rachel, la madre de Hayley, traía café y pastas de chocolate. Todos estaban sentados y estaban en una paz tan inquietante que consiguió erizar el vello de Hayley. Los señores Barnes se sentaron en el sofá de estampados florales mientras que Hayley se sentaba en la butaca de terciopelo roja que había comprado con parte de sus ahorros por Internet.
-Y bueno, ¿Qué quieren saber?-dijo Rachel con una expresión que imitaba a una sonrisa rompiendo el hielo.
-Rachel, por favor, si no te importa quisiéramos hablar con Hayley a solas.
-No, no me importa.

Rachel se fue escaleras arriba. Richard y Deborah acercaron disimuladamente hacía Hayley y esta se echo hacía atrás acomodando su espalda al respaldo de la butaca.

-¿Por donde queréis empezar?
-Queremos saber que ocurrió desde que la vistes.
-Vale. Pero os advierto que no se mucho.
-Todo lo que nos puedas contar, por pequeño que sea, nos ayudará para la investigación.

Todo empezó el primer día de clase. Empezó a contar Hayley. Como sabréis siempre he intentado evitar a Alison por su extraña forma de actuar al intentar imitarme así que cuando el timbre que anunciaba la segunda hora sonó, salí corriendo para que no me alcanzara. Al llegar a la puerta del edificio me encontré con Gabriella Cohen, ella y yo tuvimos una pelea sin importancia. Ya sabéis, el toma y daca que suele tener Gabriella con todos. Al minuto tenía a Alison a mi espalda preguntándome que me había pasado con Gabriella y le dije que nada. Luego recuerdo que Alison me acompaño un poco triste hasta clase de francés. Después la dije, y cito textualmente “¿después de dos años aguantándote e ignorándote no te ha quedado claro que paso de ti?” Y se fue llorando. Salí tras ella y la pedí perdón y llegamos a un trato. Yo sería su amiga si era ella misma. Y así paso. Al día siguiente la vi, la salude y salió corriendo en dirección a la biblioteca pero allí no estaba y la espere para música pero no vino. Y desde entonces no la volví a ver más,

-¿Y no te dijo nada?
-No, sólo me dijo que tenía ganas de ser ella misma. Aunque siempre fue así, sólo que con ropa idéntica a mi.
-¿Cómo que con ropa idéntica a ti?
-Si, ¿no lo sabíais? Siempre venía con ropa como la mía.
-Pues de casa salía con su ropa normal y volvía con su ropa normal. No teníamos ni idea de eso.
-Bueno, pues ya lo sabéis. ¿Necesitáis algo más?
-No, Hayley. Muchas gracias.

Cuando Rachel oyó el chirriante sonido de la puerta cerrarse bajo velozmente por la escalera, casi volando. Al ver a Hayley llorar aplastando su cara contra sus manos a la vez que sus codos se apoyaban en sus rodillas, volvió a subir escaleras arriba, pero esta vez, más lentamente. Como si estuviese pensando que decirle.

Finalmente, Hayley se levanto, se limpio las lágrimas con la manga y subió corriendo hacía su habitación y cerró la puerta de un golpe seco. Su habitación era parecida a su mente. Las paredes estaban pintadas de rojo carmesí y en medio de la habitación había una gran cama doble con unas sabanas de seda negras y cojines rojo sangre. Grandes pósters de películas como Burlesque y Crepúsculo adornaban la pared a la vez que una estantería ocupaba otra de las paredes llena de novelas del mundo paranormal. Al lado de la estantería se encontraba la puerta que daba al vestidor lleno de ropa negra, roja, rosa y cian verdoso. Todo estaba repleto de faldas, camisetas, sudaderas y pantalones. En una esquina del vestidor se podía percibir una pequeña caja de cristal que brillaba debido a los colgantes, pulseras y anillos que contenía.

Hayley percibió un golpe en la ventana. Al girarse para comprobar que era, se fijo en que era Andrew Lett. Andrew siempre había estado enamorado de Hayley y a pesar de haberlo intentado durante más de 7 años, Hayley siempre le rechazaba.

Las miradas de Hayley y de Andrew se cruzaron y por un segundo el silencio fue más cómodo. Ella sólo podía quedarse mirando atontada como Andrew pegaba con celo una nota en la ventana y descendía por las escaleras que había desde la ventana hasta la parte trasera del jardín. Cuando salió de su trance cogió la nota y leyó atentamente:

Querida Hayley:
A pesar de haberlo intentado todos estos años nunca me rendiré. Se que no me quieres y que nunca lo harás. No espero que cambies de opinión leyendo esta nota, tampoco espero que me hables ya que nunca lo has hecho todos estos años. Sólo quiero avisarte de algo. Esa chica, Alison, no es de fiar. Nadie sabe porque ha desaparecido ni donde esta. Pero yo puedo ayudarte a localizarla. Se más de ella de lo que piensas.
Andrew

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