Capítulo 8


Los pies la dolían más que nunca. Sus converses no habían servido esta vez para evitar el dolor de pies que producía el andar. La clase de educación física había terminado y en los vestuarios no podía evitar oír el amargo sonido de los chismorreos.
-¿Qué?- se giró Hayley bruscamente para hacerse frente a Gabriella y su pandilla de snobs. Maquinalmente, estas se callaron. No sabrían responder si era por miedo por qué absurda razón era. Lo importante era que se habían callado.

Nuevamente se volvieron a oír huecas risas. Hayley se iba a volver a girar en cuanto una brisa fresca la rozo la cara. ¿Cómo era eso posible si las ventanas estaban cerradas? Y allí, a lo lejos, se esbozo la respuesta.

Ella. Ella era la clave. Sus sueños indicaban donde estaba Alison. Lisbeth no se equivocaba. Sigue tus sueños. Sin pensarlo dos veces, Hayley se acomodo su camiseta de Drácula y alzó su mochila al hombro. Salió disparada por la puerta ignorando cualquier risa o cotilleo.

Antes de cruzar la puerta se encontró a Lucas. Le evitó. Decidió ignorarlo antes de tener que ofrecerle alguna falsa explicación. Porque, obviamente no se creería lo de los sueños. Ni ella misma se lo creía. Cogió su moto roja del aparcamiento y velozmente partió hasta casa.

Aparco bruscamente en el césped del jardín y corrió exhausta por el corto trecho que quedaba hasta la puerta. Busco en su bolsillo las llaves y con gran torpeza abrió la puerta. Saco de su mochila un cuaderno, sin mirar cual. Arrancó una hoja y agarró de su estuche un bolígrafo y con letra casi ilegible escribió una carta que dejo en la encimera.

Subió corriendo las escaleras, aún exhausta, y abrió de un golpe brusco y seco la puerta de su habitación. Fue directa a su vestidor y saco una caja negra con calaveras y la pernoctó encima de su cama. La abrió y rebusco entre las cosas que guardaba durante largos años. Saco una afilada espada que había adquirido por eBay y una pequeña navaja de plata que había heredado de su abuela. Regreso a la cocina, tropezándose por las escaleras que saltaba de tres en tres. Apresó un cuchillo de cocina con su correspondiente funda y una cuerda larga y algo de comer y beber. Cogió de los fondos de inversiones para la universidad todo lo que había y lo metió en su mochila con el resto de las cosas.

Se cambio de ropa. Se puso un sujetador más cómodo y su traje de camuflaje. Sus botas de combate servirían. Se recogió el pelo en una desecha coleta y se ató una cinta alrededor de la cabeza. Con cera se dibujo dos rayas debajo de los ojos, al estilo más puro estilo Vietnam.

Alzó su mochila al hombro. Miles de emociones la abordaron. Relax, decisión, estrés, intuición, dudas, horror, temor, guerra interior. No lo dudo ni un segundo más. Salió a por Alison. Por lo que la debía. Salió para demostrar que ella podía. Ya no era sólo por salvar a Alison, era por orgullo. Por descubrir el secreto de Menhide High.

Salió disparada con su moto al único lugar donde conocía de la existencia de rosas negras. El cementerio. A la señora Lohan le gustaba mucho plantar rosas negras en el cementerio. Ella siempre había compartido el mismo gusto con Hayley por los colores y las flores, todo había que decirlo. No lo pensó dos veces y subió con la moto por la empinada cuesta que subía al cementerio.

El miedo y la presión ya no existían. Estaba a un paso de saber donde estaba Alison. Y por qué estaba ahí.

Cruzó. Cruzó tan rápido que hizo hervir la sangre de sus venas. La suerte estaba en manos del destino. Hayley hubiese querido que hubiese sonado alguna canción de fondo para amenizar el miedo. Ya que no tenía su banda musical como en sus sueños, empezó a cantar muy bajito y acobardada:

So what did you think I would say?
You can't run away, you can't run away.
So what did you think I would say?
You can't run away, you can't run away,
You wouldn't.

No sabría definir si le producía más miedo o iba más relajada, pero sus pasos se ralentizaron. Ruidos extraños procedentes de la esquina opuesta a las rosas se oían. Hayley intentó ignorarlos. A pesar de haber estado en el cementerio más veces y además a oscuras, Hayley podría reconocer que estaba “cagadita” de miedo.

Se oían voces interiores en su mente, o al menos eso pensaba. Los ruidos podían venir perfectamente del exterior y no darse cuenta. Avanzó más deprisa hacia las rosas y tuvo el deseo de meter la mano dentro del rosal. El mismo deseo que en su sueño. El anhelo de averiguar que hay dentro. Pero no. A lo mejor había otro modo. Si. Indago en su mochila y saco la espada que compró en eBay. Con mucho cuidado de no pincharse fue cortando con la espada hacía el núcleo del rosal.

Poco a poco iba destapando el secreto del rosal. Estaba cada vez más cerca de Alison. Eso podía ser peligroso. O un beneficio. Un collar. El collar de Alison. Reconocería ese collar entre miles y millones iguales. El corazón de rubíes de su comunión. Con una cadenita alrededor.

Agarro el collar y descubrió una pequeña nota pegada en la parte trasera. Otra nota.

Has investigado,
Y hasta aquí has llegado
Sigue las pistas,
Hasta bosques helados.

Bosques helados, bosques helados… Se repetía para si misma a la entrada del cementerio. No había tundras en Menhide. Es más, Menhide se encontraba en un clima cálido y con pocas bajadas de temperatura. Imposible. Y antes de que se rindiera, recordó el parque artificial del polo norte a las afueras de Menhide. Cruzando el bosque.

No esperó ni un segundo y bajó la cuesta que había subido con la moto. Iba aún más acelerada con el collar de Alison en la mochila. ¿Eso la proporcionaba seguridad? ¿Estabilidad? ¿O eso se convertía en el propio artífice de su miedo? No tenia respuestas para tantas preguntas que se amontonaban en su mente.

Llegó hasta la carretera general que salía de Menhide. Le abordó una alegría cuando vio el cartel de “Esta saliendo de Menhide” y el cartel de “Esta entrando en Menhide” por detrás en el que habían puesto con letras impresas “Le gustara tanto que no querrá irse” y obviamente, Hayley, había dejado su marca personal con spray hace unos años con la frase “Pues yo sólo sueño con salir de aquí”. Estaba haciendo su sueño realidad, aunque luego tuviese que volver.

Hizo una rápida y agresiva maniobra que la condujo por un camino arcilloso y arenoso hasta no poder más con un gran árbol al fondo. El sueño. Hayley se mareo pensando en eso. Se tropezó con una avispada piedra del camino y cayó por la empedrada colina dando un par de vueltas de campana, moto inclusive, hasta frenar con un árbol.

No sentía algunos huesos pero se levanto, cogió su mochila y subió la colina. Llegó hasta el camino y le continuó andando. ¿Estaba tan loca como para hacerlo? Si. No tardo mucho en cruzar el bosque y llegar al parque del polo norte. Se divisó a lo lejos. Corrió. Corrió como nunca lo había hecho antes. Como si miles de fantasmas la persiguiesen. Y llegó.

Sentía sus manos sudorosas y la piel pegajosa. Sacó fuerzas de donde no las tenía y continuó. Agarró la mochila y se puso el collar de Alison en el cuello y se dirigió hacía la entrada del parque.

-Bienvenido al parque artificial “Mundo blanco” ¿En que puedo ayudarle?-dijo la chica del mostrador como en un anuncio de supositorios ñoño. Se rió interiormente. No era lo que tenía planeado pero de algo le sirvió.
-Me gustaría visitar el parque.-contestó Hayley con su mejor tono posible.
-Son 5,50€-farfulló mientras imprimía el ticket de la entrada.
Hayley lo pagó rápidamente se fue dentro del parque con un paso veloz y frío. Agudamente frío. Los pingüinos y los osos polares bordeaban el parque. Pero ni rastro de Alison. Era todo tan, tan extraño. Tantas sensaciones mezcladas. Frustración, error, incomprensión, indecisión. Todo atropellándose y mezclándose y desordenándose en su cabeza.

Todo se arremolinaba a su alrededor. Montes, lagos, aguas termales, animales, plantas y un solo pensamiento; Alison. Su mirada, su sonrisa, su risa, su forma de hablar. Hayley realmente extrañaba a esa chica.

Silencio. Todo era silencio. El parque estaba completamente vacío. Todo era tan extraño. Repentinamente, unas extrañas sombras sobrepasaban la velocidad que los ojos de Hayley podían ver. Todo sucedía tan rápido que lentamente se agotaba.

Secretamente se moría de ganas por sentarse en un banco y descansar. O de quitarse la vida. Lo había perdido todo. ¿Qué le quedaba ahora? Nada. Su vida iba de mal en peor. Tan mal que significativamente intentaba salvar a Alison por tener a alguien cerca. Para ella eso siempre había sido bochornoso. Aunque debajo de su fachada de chica dura y malota tuviese miedo por estar sola, nunca se imaginó que sería así. Ella sólo pensó que sería como volver a empezar. Creía que sería volver a vivir, en la carretera. Luchando contra malvados dragones con a única ayuda de su espada. Como en la época medieval. Pero había una diferencia. Esto no era la época medieval y no existían ladrones ni princesas, ni grandes torres, ni malvadas madrastras. Esto era la vida pura y dura. La misma que obligaba a Hayley a seguir adelante. La que la obligaba a seguir el camino. Por desesperación.

Las mismas cosas que ella siempre había anhelado, se volvían en su contra. Quién iba a decir que Hayley echase de menos a Alison. O que Hayley encontrase el amor. O que ahora sería la rica niña millonaria que vive bajo la orden de su compañero de clase. Todo menos eso.

Para ella no todo era el glamour de lucir un escotado top y una extremadamente corta minifalda. Ella recibía más información que a través de un tweet, un SMS o una codificación por MSN. Ella escuchaba más allá de las canciones, más allá de los libros y más allá de las palabras. Ella era diferente a la demás gente en Menhide High que sólo se preocupaba de lo superficial. Allí sólo había dos maneras de hacerse popular: estar desde el primer día con las más populares o ser rica. Hayley había rechazado ese mundo. Alison también. Y ahora estaba así por su culpa.

0 comentarios:

Publicar un comentario