Capítulo 4


Alison había desaparecido hacia ya un mes y como el primer día, Hayley llegaba tardea matemáticas. Todo era muy repetitivo. El mismo escenario, la misma hora y la misma clase. Cómo si el destino la estuviese dando una oportunidad para indagar en la desaparición de Alison. Fuese lo que fuese, Hayley estaba dispuesta a aprovecharlo, al límite.

Alison estaba fría, pálida y sin brillo. Su pelo lacio caía sobre sus hombros. Yacía tenue y muerta, pero aún quedaban atisbos de esperanza. El núcleo de Alison todavía latía y sus ojos parpadeaban.

Hayley se estremeció en clase de matemáticas. Empezaba a recordar aquella horrible pesadilla que no la permitía concentrarse en las ecuaciones algebraicas.

Mientras jugaba con algunos mechones de su pelo rojo, observaba débilmente a Lucas, que por una vez, no estaba siendo egocéntrico. La tensión se notaba en el aire, o por lo menos, eso le parecía a ella.
El chicle de fresa que masticaba se había quedado sin sabor, ahora solo era un trozo de goma con saliva. La clase se volvía borrosa y sin luz. La oscuridad volvía el local tenue y sin vida. Los movimientos le parecían más lentos que de costumbre. Y el golpe fue inevitable.
Los parpados la pesaban, pero hizo el esfuerzo de abrirlos, descubriendo a su alrededor a toda la clase, incluido Lucas, que hicieron un suspiro confuso entre frustración y alivio. Pero el de Lucas no, el suspiro de Lucas claramente era de alivio. Podía ver en sus ojos ese atisbo de preocupación.

-Debería llevarla a casa.-la voz familiar de Lucas la hizo sonreír con los ojos.
-Gracias por su interese, Sr. Madison, pero debería asistir a su próxima clase.
-No se preocupe, la siguiente hora tengo que ir al médico y de paso la llevo a urgencias a que determinen que ha pasado.
-Es usted muy amable Sr. Madison. Le otorgaré un positivo por su caritativo gesto.

Lucas alzó a Hayley en sus brazos mientras esta intentaba mover algún músculo de su frágil cuerpo. Los vigorosos brazos de Lucas se veían fuertes y firmes. Débilmente, Hayley abrió los ojos con más fuerza, permitiendo que la luz la cegase. Hizo una breve mueca de molestia y se intento incorporar, pero Lucas no la dejo.

-Veo que ya estas mejor.
-Veo que con mi altibajo te has saltado una clase.
-Pues yo veo a una pelirroja pálida que le ha dado un desmayo y aquí, un humilde servidor, la lleva desinteresadamente al médico.
-Venga Lucas, no flipes. El profe te ha puesto un positivo.
-Pequeños beneficios de un superhéroe.
-¿Ah si? ¿Y como te haces llamar? ¿El súper egocéntrico o Super Lucas?
-Yo había pensado más bien en Superman. Por cierto, ¿tú no estabas mala?
-Si, lo estaba, ahora déjame en el suelo y permíteme ir a clase.
Lucas no respondió y Hayley se paso todo el camino al coche pataleando, pero se canso cuando se sentó en el coche. Lucas la ató el cinturón de seguridad y se apresuro a conducir al ambulatorio.

-Hayley, escúchame. Pase lo que pase, no te duermas.-soltó en tono inocente, como si no supiese lo que decía.
-¿Para que demonios tengo que estar despierta?
-No lo sé, pero es lo que se dice en estos casos en las películas.
-Cómo no. Todo lo que sabes lo has visto en la tele. ¿Sabes lo que es leer? ¿Y salir por ahí? Lo dudo mucho. Tu vida se reducirá a tele, tele y más tele.

La espera en el ambulatorio no fue muy agradable para ninguno de los dos. Hayley jugaba con un de los mechones rojos de su pelo y Lucas jugaba al Tetris con el móvil.

-Hayley, memoriza bien este sitio para cuando tengamos que volver a por un test de embarazo.-susurró Lucas chistosamente.
-Ja ja. Muy chistoso. Cuando los cerdos vuelen.- En ese momento salió la enfermera de la sala de urgencias y dijo el nombre de Hayley en un tono muy suave y dulce:

-¿Hayley Hardwicke?

Lucas y Hayley se levantaron del incomodo asiento marrón desgastado de madera y entraron dentro de la sala. Hayley andaba lentamente, aún confusa por su desmayo mientras Lucas la agarraba por la cintura ayudándola a andar.

La sala de urgencias era blanca, llena de estanterías con agujas y guantes de látex. Las medicinas rebosaban en la estantería más cercana a la camilla de cuero negra con una sabana de papel con el logo de Menhide.

-Que caballeroso, acompañando a tu novia.-dijo la enfermera como halago hacía Lucas.
-Yo, señorita no se que…-empezó a responder Lucas.
-No es mi novio y dudo mucho que lo llegue a ser un día.-interrumpió Hayley irritada.

La enfermera hizo un pequeño y sutil gesto de “que niña tan asquerosa” y se fue por la puerta auxiliar que conducía al almacén.

Lucas empezó a explicar a la enfermera que le había sucedido a Hayley mientras esta empezaba a tomarla la temperatura, la tensión y la glucosa.

-Bien, ya se por que te desmayaste en clase. Un bajón de azúcar. Te puedes ir a clase, pero antes, come algo dulce.
Hayley y Lucas salieron de la sala de emergencias y se fueron a un parque cercano al ambulatorio. Lucas saco de su mochila una bolsa de palomitas industriales, una bolsita llena de gominolas y dos zumos de manzana.

-¡Genial!-dijo con un gran y evidente tono de sarcasmo-¡La cita perfecta! Palomitas, gominotas y zumo de manzana. Te lo has currado, chaval.
-Encima que te doy parte de mis palomitas
-¿Y luego que vas ha hacer? ¿Vas a coger el ADN que deje en la bolsa y me clonaras para hacer tus sueños realidad?
-No se me había ocurrido, pero gracias por la idea.
-Vete a la mierda.
-Encantado.

Hayley trago un par de ositos de gominola mientras hacía el tonto con la pajita. El cielo se volvía gris y espeso y comenzó a lloviznar. Hayley ayudo a Lucas a recoger y empezaron a correr hacía el coche. Lucas se acomodo en el asiento de conductor y Hayley en el asiento del copiloto. Ella posó su zumo entre sus rodillas y apoyó su cabeza contra el hombro de Lucas.

-Gracias.-susurró casi ininteligiblemente.
-¿Por qué?
-Por todo. Por estar ahí, por ayudarme. Por enseñarme que en este infestado pueblo de palurdos puede haber alguien medianamente inteligente con buen gusto por la música. Y sobre todo, por ser mí amigo.
-Hayley, yo siempre estaré allí. Pase lo que pase, siempre podrás contar conmigo.-dijo mientras la cubría con la chaqueta.-dijo pasando un brazo alrededor de Hayley.
-¿Ves? Son esos pequeños detalles los que te hacen tan encantador.
-Osea, que ya no piensas que soy un egocéntrico machista.
-Yo nunca dije que fueses machista. Pero solo te llamaba así para picarte y llamar tu atención.
-Pues lo has conseguido.

Algo parecido a una fuerza magnética atrajo a Lucas hacia Hayley. Justo cuando sus labios estuvieron apunto de tocarse, el móvil de Lucas sonó.
-No lo cojas.-suplicó Hayley en un tono infantil.
-Tengo que hacerlo.

Hayley se resigno a despegarse de Lucas, pero el brazo que la rodeaba no se lo permitió. Lucas beso su cabeza y contestó al teléfono. Hayley no presto mucha atención a la conversación y se dedico a hacer pequeños círculos en la mano de Lucas. Este, se río tontamente en bajo y siguió hablando por teléfono.

Cuando colgó el teléfono arrancó el coche. Sólo soltó bruscamente:
-Agárrate.
Hayley no se atrevió a decir nada. Se ató el cinturón como una obediente colegiala y agarró fuerte su zumo de manzana. Inmediatamente el coche ya estaba a toda velocidad por la carretera.

Durante 5 minutos, Lucas estaba girando y girando por las calles de Menhide mientras ambicionaba reconquistar su cordura a costa de su seguridad.

Las calles se repetían y entrelazaban hasta que llegaron a la carretera principal de camino a los suburbios del pueblo. Ahí solía vivir la gente pobre y los sin techo. Los suburbios se componían de casas de madera destartaladas con un pequeño jardín descuidado y sin agua caliente y con pocos recursos socio-comunicativos.

Lucas bajo del coche de un salto y le hizo un gesto a Hayley para que bajase. Abrió el maletero y cogió una gran y enorme pala y se dirigió a la puerta de entrada de una vieja casa, aparentemente como todas las demás, pero había algo especial en ella. Sentía la misma fuerza magnética que con Lucas.

Fueron hasta la verja. Lucas pegó una patada a la cerradura y la abrió. Obviamente, Hayley no se atrevió a decir nada por la expresión huraña y excitada de Lucas. Le falto gran parte de la respiración mientras cruzaba la valla por dos motivos: Lucas y la idea de que puede que estuviese cometiendo un delito. Aunque era más por el primer motivo.
Lucas bajo la pala, respiro hondo y siguió caminando hasta la entrada. Dio una vuelta entera a la casa y se volvió a detener en la puerta principal. Dejo caer su pala lentamente y pronuncio en un tono suave y acaramelado:

-Bienvenida a mi hogar.

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