Capítulo 9


Alazne y Melissa se encontraban delante de Hayley. Con una risa hueca rieron levemente en su dirección. El sonido del viento arremetió contra Hayley, que la hizo salir de su estado hipnótico.

-¿Qué haces aquí?-farfulló Alazne, que no parecía tener ningún complejo contra el cabello rojo de Hayley, ni su aspecto.
-¿Yo?-contestó ella, dándose por aludida. –Pagué mi entrada y estoy visitando el parque. Y tú, ¿Qué demonios hacéis tú y esa con esas pintas? ¿Vuestra madre no os enseñó a vestir?-dijo sarcásticamente.

En situaciones complicadas, Hayley sólo sabía decir sarcasmos. A veces se pasaba. Y ya lo había hecho.

La pierna de Alazne solo estaba a un par de centímetros de la cara de Hayley. Pero esta, estaba preparada para atacar con su navaja. Su instinto protector la llevo a atacar, cuando Alazne sólo estaba a 10 milímetros de su cara, rasgándola el vestido. Las dos cayeron al suelo. Cuando estaban a punto de continuar con la batalla, Melissa se situó entre ellas dos.

-¡Basta ya!-gritó enfadada.-Un poco de respeto a los ancestros.-dijo señalando al cielo con la vista. Hayley la empezó a mirar con cara de tonta pensando “¡Y luego me llaman a mi bicho raro!”
-¡Ja, ja, ja! ¡Qué cara has puesto!-Empezó a reírse en la cara de Hayley.-¡Es broma! Tranqui, aquí no hay nada de eso. Esas cosas son cuentos chinos. Melissa. Encantada.- dijo ofreciendo su mano a Hayley que aún se encontraba tendida en el suelo. Luego, se dirigió a Alazne.- ¡Venga! ¡No tenemos todo el día!
¡Ayuda! ¡Socorro, Hayley! ¡Tienes que ayudarme!

-¿Habéis oído eso?-preguntó Hayley con la esperanza de que lo hubiesen oído y la ayudaran a encontrar a Alison.
-No.-dijo Alazne en un tono resentido, pasándose el dedo en el agujero que había hecho Hayley con la navaja en su vestido.-Además de rara, está loca.- farfulló para si misma.

* * * * *

Lucas apagó el motor de su coche. Bajó instintivamente corriendo dirigiéndose a la puerta. La luz de la entrada estaba apagada.

-¿Hayley?-empezó a gritar desesperado. No recibio más respuesta que su propio eco.

Se acerco a la cocina. Se sento en uno de los taburetes al lado de la encimera donde descubrió la carta que Hayley le había dejado.

Querido Lucas:

Es difícil resistirse a la tentación. Créeme, lo he intentado todo. Es imposible pensar en otra cosa que no seas tú. Es como si te hubieses vuelto mi centro del universo. Pero se que no debo. No ahora. Tú eres, eres, como el helado de chocolate que no puedo tomar. Como la raya de cocaína que me ofrecieron tomar. Tú eres mi adicción.

¿Por qué seré tan estúpida de enamorarme de ti? ¿Por qué no me limito a ignorarte? Pero no puedo. Te he probado y quiero más de ti. Es incoherente. Te deseo, pero desearía no haberte conocido. Has roto todas mis reglas sobre amor y he llegado a comprender lo que es.
Entender el porque me atraes tanto es muy complejo. No se si algún día lo llegaras a entender, o si lo entenderé yo. Ahora que se que existes, no se si quiero vivir en un mundo donde no estés tú.

Estos últimos meses han sido muchas vueltas de tuerca. La desaparición de Alison, la muerte de mi madre, que te vengas a vivir conmigo; pero ahora que tengo cierta idea de donde se encuentra, voy a ir tras ella. Me da igual lo que piensas, me da igual lo que digas. Es mi amiga y si hay, aunque sea una posibilidad entre infinito de que este viva, lucharé por encontrarla.

No se si volveré con ella, ni si quiera se si volveré. Pero te prometo que pelearé con todas mis fuerzas por volver. Por ti. Solo por ti.

Te quiero.

Hayley

Lucas aferró la carta entre sus manos, arrugando el papel y haciéndose pequeños cortes sin importancia en ellas. No podía dejar que se fuera sin él. Agarró su móvil y marcó en número de Hayley. Nada. Sin respuesta. Nulo. Fallido. Todo tirado por la borda por una estúpida broma del destino.

Pero lo que sentía Lucas por Hayley era tan grande que no podría distanciarse tanto de ella. Era incapaz de dejarla escapar. No ahora. No tan rápido.

La tensión se sentía en el ambiente. Cómo si miles de moléculas congeladas se hubiesen juntado y se hubiesen fundido con el aire. Todo tan tenso. Tan extraño a la vista de cualquier humano. A Lucas le dio un escalofrío.

Su mirada pensativa le hacía coronarse con un halo de misterio e intriga, algo que le hacía aún más atractivo. Ni el mismo sabía lo que estaba pensando, pero tenía una ida clara en el revoltijo de pensamientos que era su mente: tenía que buscar a Hayley, traerla sana y salva a casa y quitarle la idea de encontrar a Alison.

Agarro el cuchillo de la encimera y corto un trozo de pan, lo abrió por la mitad y lo rellenó con varias rodajas de mortadela. Se lo comió en tiempo record. Pero eso no era de extrañar en Lucas. Siempre tenía la mala costumbre de comer rápido y no saborear la comida. A Hayley eso le ponía de los nervios y por más que intentaba corregírselo, nunca lo conseguía. Era una de esas malas costumbres que nadie podía evitar. Eran esas pequeñas acciones que hacían a cada persona única.

Subió al cuarto que compartía con Hayley. Para él, era una de las cosas buenas. Era como un curso prefamiliar. Durante un gran lapso de tiempo. El siempre había deseado esto. Una familia feliz. Normal. Esto era lo más parecido a lo que deseaba. Siempre lleno de responsabilidades. Con tan poco tiempo para resolver situaciones complicadas. Malas realidades y poca experiencia. Pero Lucas nunca considero rendirse como una opción. Para el la vida era como el mar. La gente son peces. Y tienes dos opciones. O comes y eres tiburón o eres comido y eres sardina. Él decidió ser tiburón. Y creció siéndolo. Siendo el hombre que su difunta madre siempre quiso que sea. Cuidando de Alice, asumiendo el papel de macho dominante en la sabana.

Las sábanas se notaban frías. Hacía mucho tiempo que Hayley se había ido. Eso era indiscutible. Lucas quería rescatar a Hayley de la idea de morir salvando a Alison pero había un gran inconveniente. Alice.

Lucas empezó a darle a la cabeza buscando una solución donde pudiese rescatar a Hayley y a la vez dejar a Alice con alguien de confianza. Pero solo había una persona en la que podía confiar. A medias.

No le gustaba mucho la idea de dejar a Alice con su padre. Lucas supo mantenerse a si mismo y a su hermana gracias a su padre. Él era un borracho empedernido y psicótico. Se pasaba todo el día tumbado en el sofá mientras él trabajaba para sus vecinos y sacar cuatro perras le diese de comer a él y a Alice.

No tenía ni idea de la hora que era hasta que por fin vio el reloj de la mesita de noche donde marcaban las 8 y media del peor día de su vida. Odiaba la sensación de impotencia contra la que se aferraba. Tan incoherentemente repetida. Desde que conoció a Hayley no paraba de sentir esa sensación. Y no había manera alguna de parar.

Buscó en el pequeño hueco del armario de Hayley. Sacó la caja negra de calaveras que horas atrás había cogido Hayley. ¡Maldición! La espada no estaba. Ni tampoco la navaja. Eso quería decir que si no la encontraba pronto, alguien la mataría porque precisamente Hayley no es de las que hablan las cosas. Ella era la chica marimacho, la que se tiraba eructos y la que tenía una fuerza como para ganar a un chico que doblase su tamaño. Ella era Hayley. No podrías encontrar otra igual en miles de kilómetros de distancia. Si es que la encontrabas.

-¡Alice!-gritó Lucas desde su habitación.
Alice entró corriendo en la habitación con un precioso vestido negro y unas bailarinas nuevas del mismo color que Hayley le había regalado por su reciente cumpleaños. Parecía exhausta y cansada.

-¿Qué?
-He estado pensando y… ¿te apetece pasar un tiempo con papá?-dejó caer levemente en la conversación.
-¿Vas a ir a buscarla?- concretó Alice. Era lista. Más de lo que se podían imaginar.
-¿Eh? ¿Cómo sabes…? ¡No! Bueno, si.-tartamudeó Lucas confuso y extrañado ante la respuesta de su hermana menor.
-He visto la nota en la cocina. Lucas, sálvala. La he cogido mucho cariño. Ella es como la madre que nunca he tenido.-Alice

Al oír esas palabras saliendo de la pequeña boca de Alice, se le partió el alma. Había algo que él nunca podría darla; una madre. Hayley era lo más cercano a ello. Se preocupaba mucho por Alice y haría lo que fuese por la pequeña niña que entró repentinamente en su vida y la tocó el corazón.

0 comentarios:

Publicar un comentario